Paisaje ecuatoriano
Estamos en un pequeño caserón en pleno barrio de Tiwinza, recubierto de pintadas coloridas y alegres, en las alturas de Quito. Ecuasol lleva bien su nombre. Situada en los barrios desfavorecidos, irradia de vida, de alegría, sostenida por sus relaciones y sus proyectos. Cada día, unos sesenta niños vestidos de uniformes, algunos rojos o azules intensos, otros de color verde más discreto, llegan a la fundación para ser ayudados con sus deberes. Como solo estudian por la mañana o por la tarde, están generalmente abandonados a su merced durante la otra mitad del día. Los niños se quedan entonces en sus casas, privados de la presencia de un adulto para cuidar de ellos.
En Ecuador, no existe ningún apoyo económico o protección de los empleados. Los padres trabajan muchas horas a cambio de sueldos bajos, sacrificando una presencia fundadora en la educación de sus hijos. La miseria, con el funcionamiento cultural y religioso, crean en parte secuelas familiares difíciles para la población en estos barrios muy pobres de Quito. Las formas de violencia son muy diferentes: de la heredada y por reproducción familiar, a las negligencias pasando por maltratos dentro el hogar.
La mayoría de las familias acompañadas por la institución forman parte de las más desfavorecidas. Generalmente monoparentales, disponen de recursos ocasionales y no tienen un ingreso regular. Con figuras paternas habitualmente desaparecidas, las madres se quedan con muy poco tiempo y medios, con trabajos a varias horas del hogar.
La construcción del niño
En un lugar de vida donde el niño se queda solo, se encuentra entonces consigo mismo. Pero, como le escribo el pediatra británico D. Winnicott, «un bebe solo no existe». En su trabajo sobre la construcción psíquica del bebe, resaltó la necesidad de los cuidados prodigados por una figura materna bondadosa para permitir al niño de recibir e integrar todas las experiencias y afectos vividos de manera paulatina y no desbordante. Esta presencia acogedora, que contiene y tranquiliza, puede poco a poco ser interiorizada por el niño en su psique, dándole los bases de un narcisismo sólido.
Este narcisismo es el pilar en la vida de una persona, al igual que un muro de carga en una casa. Su espesor, su consistencia, su cualidad podrán determinar la estabilidad de su edificio y su capacidad a resistir frente a los peligros tanto internos como ambientales. Si el niño no puede beneficiar de esta presencia abastecedora, le resultará muy difícil de asimilarla en sí mismo, corriendo entonces el riesgo de volverse más frágil frente a las amenazas internas, a sus miedos, sus angustias y obstaculizando sus posibilidades de ir al encuentro de los demás.
Ecuasol: una función parental
El equipo de Ecuasol también está muy sensibilizado sobre la parte emocional de los jóvenes que acoge. Efectivamente, la educación y el aprendizaje solo se despliegan favorablemente sobre unas bases o un clima emocional estable y feliz en gran parte determinado por el terreno familiar y social, que muchas veces se encuentra afectado. Es entonces cuando intentamos dejar un sitio al vínculo feliz, el que construye, el que transforma. Ofrecemos un lugar donde, juntando el juego y la creatividad, el «yo» puede encontrarse y afirmarse. Un lugar donde la palabra pueda depositarse y donde las vivencias, inscribiéndose poco a poco con palabras, pueden liberarse un poco de sus sufrimientos y aventurarse en busca de un deseo.
Además de beneficiar de un apoyo cotidiano con los deberes, los niños y adolescentes de Ecuasol pueden desplegar amistades alegres y abastecedoras con otros jóvenes y encontrar figuras adultas sólidas y cuidadosas. En el seno de un ámbito reconfortante, los profesores ecuatorianos reciben cada día y durante varios años a los mismos niños, repartidos según las edades. En este sentido, la misión a largo plazo consiste en cultivar mediante un respaldo individual, un jardín propicio al despliegue de una alegría de ser y alegría de vivir.
Un apoyo identitario de por vida
La integración de los niños y adolescentes a la fundación les permite proveerse de bagajes considerables para construirse e instalarse de manera más harmoniosa en su propia identidad y en lo real de sus vidas. Ecuasol, es un mensaje de esperanza, en una lucha frente al determinismo social y a la pobreza, pero también es un intento de ofrecer un sitio más justo y más feliz en el mundo a las personas que acuden.
Angèle Corman, voluntaria encargada del seguimiento psicológico de los niños.